Al final de las clases..

Un día, al final de la clase, la maestra del pequeño Juan pidió a la clase que fuera a casa y pensara en una historia que tuviera algún tipo de moraleja.

Al día siguiente, la maestra pidió que el primer voluntario contara su historia.

La pequeña Suzy levantó la mano: “Mi padre tiene una granja y todos los domingos cargamos los huevos de las gallinas en el camión y nos dirigimos a la ciudad para venderlos en el mercado.

Pues bien, un domingo dimos un gran golpe y todos los huevos salieron volando de la cesta y cayeron a la carretera”.

La profesora preguntó cuál era la moraleja de la historia.

Suzy respondió: “No guardes todos los huevos en la misma cesta”.

La pequeña Lucy prosiguió: “Mi padre también tiene una granja. Cada fin de semana cogemos los huevos de las gallinas y los ponemos en la incubadora. El fin de semana pasado sólo eclosionaron ocho de los doce huevos”.

De nuevo, la profesora preguntó por la moraleja de la historia.

Lucy respondió: “No cuentes los pollos antes de que nazcan”.

El siguiente fue el pequeño Johnny.

Dijo: “Mi abuelo luchó en la Segunda Guerra Mundial y su avión fue derribado sobre territorio enemigo. Saltó antes de que se estrellara, pero sólo pudo llevarse una caja de cerveza, una ametralladora y un cuchillo. Durante el descenso, se bebió la caja de cerveza”.

El profesor parecía atónito, pero el pequeño Juan continuó: “Entonces el abuelo aterrizó justo en medio de 100 soldados alemanes.

Disparó a 70 con su ametralladora, pero luego se quedó sin balas. Así que sacó su cuchillo y mató a 20 más. Luego se le rompió la hoja del cuchillo, así que mató a los últimos diez con sus propias manos”.

La profesora parecía ahora más que sorprendida.

Después de aclararse la garganta, preguntó qué moraleja podía tener esta historia.

“Bueno”, respondió Juan, “no te metas con el abuelo cuando ha bebido”.

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